martes, 12 de mayo de 2020

Gertrudis Gómez de Avellaneda: A él


Da gusto escuchar la voz de esta mujer, de hace doscientos años, hablar directamente a un hombre, con quien había tenido una hija, que él no solo no reconoció, sino que se negó a conocer y salió huyendo.
El destino es otro de los temas tópicos del Romanticismo. Él ha sido solo el instrumento del destino. Ella no se rindió ante un hombre, sino ante una fuerza superior. ¡Orgullo de mujer! Mujer empoderada, dicen ahora.
En 1853, la RAE, rechazó su candidatura. Dario Villanueva, su actual presidente, ha dicho que fue el mayor error de su historia.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
A él
No existe lazo ya: todo está roto:
plúgole al cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
mi alma reposa al fin: nada desea.
Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
¡nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido: el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano…
Mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión: ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
Quísolo Dios y fue: ¡gloria a su nombre!
Todo se terminó, recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre…
ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada…
Mas, ¡ay!, cuán triste libertad respiro…
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada
y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.
Gertrudis (Tula) Gómez de Avellaneda, (1814-1873)
                                          De  Poesías, 1850



ESCUCHA EL POEMA musicado por Vicente Monera:


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1 comentario:


  1. -
    Ni libre soy, ni la prisión me encierra;
    veo sin luz, sin voz hablar ansío;
    temo sin esperar, sin placer río;
    nada me da valor, nada me aterra.
    [...]
    Valiente pienso ser, y débil lloro.
    Cúmplese así mi extraordinaria suerte.


    Gertrudis Gómez de Avellaneda.

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