España
es uno de los grandes temas de nuestra literatura.
Luis
Cernuda, desde el exilio, dedica a España un intenso poema de amor y desamor
con el título de Díptico español, que se contiene en el poemario Desolación de la quimera.
Tiene dos partes: «Es
lástima que fuera mi tierra» y «Bien está que fuera mi tierra».
El tono
de reflexión intelectual del lenguaje de Cernuda fue un modelo para la poesía
española a parir de los años sesenta..
(Selección
del poema e introducción de Carlos Nuño)
Díptico español
A Carlos Otero.
I.
Es lástima que fuera mi tierra
Cuando
allá dicen unos
Que
mis versos nacieron
De la
separación y la nostalgia
Por
la que fue mi tierra,
¿Sólo
la más remota oyen entre mis voces?
Hablan
en el poeta voces varias:
Escuchemos
su coro concertado,
Adonde
la creída dominante
Es tan
sólo una voz entre las otras.
Lo
que el espíritu del hombre
Ganó
para el espíritu del hombre
A
través de los siglos,
Es
patrimonio nuestro y es herencia
De
los hombres futuros.
Al
tolerar que nos lo nieguen
y
secuestren, el hombre entonces baja,
¿Y
cuánto?, en esa dura escala
Que
desde el animal llega hasta el hombre.
Así
ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,
Adonde
ahora todo nace muerto,
Vive
muerto y muere muerto;
Pertinaz
pesadilla: procesión ponderosa
Con
restaurados restos y reliquias,
A la
que dan escolta hábitos y uniformes,
En
medio del silencio: todos mudos,
Desolados
del desorden endémico
Que
el temor, sin domarlo, así doblega.
La
vida siempre obtiene
Revancha
contra quienes la negaron:
La
historia de mi tierra fue actuada
Por
enemigos enconados de la vida.
El
daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Sino
de siempre. Por eso es hoy.
La
existencia española, llegada al paroxismo,
Estúpida
y cruel como su fiesta de los toros.
Un
pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
En
creer que la razón de soberbia adolece
y
ante el cual se grita impune:
Muera
la inteligencia, predestinado estaba
A
acabar adorando las cadenas
y que
ese culto obsceno le trajese
.Adonde
hoy le vemos: en cadenas,
Sin
alegría, libertad ni pensamiento.
Si yo
soy español, lo soy .
A la
manera de aquellos que no pueden
Ser
otra cosa: y entre todas las cargas
Que,
al nacer yo, el destino pusiera
Sobre
mí, ha sido ésa la más dura.
No he
cambiado de tierra,
Porque
no es posible a quien su lengua une,
Hasta
la muerte, al menester de poesía.
La
poesía habla en nosotros
La
misma lengua con que hablaron antes,
y
mucho antes de nacer nosotros,
Las
gentes en que hallara raíz nuestra existencia;
No es
el poeta sólo quien ahí habla,
Sino
las bocas mudas de los suyos
A quienes
él da voz y les libera.
¿Puede
cambiarse eso? Poeta alguno
Su
tradición escoge, ni su tierra,
Ni
tampoco su lengua; él las sirve,
Fielmente
si es posible.
Mas
la fidelidad más alta
Es
para su conciencia; y yo a ésa sirvo
Pues,
sirviéndola, así a la poesía
Al
mismo tiempo sirvo.
Soy
español sin ganas
Que
vive como puede bien lejos de su tierra
Sin
pesar ni nostalgia. He aprendido
El
oficio de hombre duramente,
Por
eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No
volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía,
cuyas
maneras rara vez me fueron propias,
Cuyo
recuerdo tan hostil se me ha vuelto
y de
la cual ausencia y tiempo me extrañaron.
No
hablo para quienes una burla del destino
Compatriotas
míos hiciera, sino que hablo a solas
(Quien
habla a solas espera hablar a Dios un día)
O
para aquellos pocos que me escuchen
Con
bien dispuesto entendimiento.
Aquellos
que como yo respeten
El
albedrío libre humano
Disponiendo
la vida que hoy es nuestra,
Diciendo
el pensamiento al que alimenta nuestra vida.
¿Qué
herencia sino ésa recibimos?
¿Qué
herencia sino ésa dejaremos?
Luis Cernuda (1902-1963)
De
su obra: Desolación de la quimera, 1956-1962
ESCUCHA EL POEMA (en la voz de Tomás Galindo):
Para hacer comentarios haz clic aquí
¡Todos los comentarios son bienvenidos!
Un lector superficial pudiera interpretar este poema como antiespañol, la obra de un renegado.
ResponderEliminarPoeta de todos y de ningún lugar, Luis Cernuda había huido de su casa y de su calle, de su barrio y de su ciudad para encontrarse sólo en su propia tierra de poeta.
No puede leerse la primera parte del Díptico español sin completarla con la segunda, «Bien está que fuera tu tierra».
II. Bien está que fuera tu tierra
Su amigo, ¿desde cuando lo fuiste?
¿Tenías once, diez años al descubrir sus libros?
Niño eras cuando un día
En el estante de los libros paternos
Hallaste aquéllos. Abriste uno
Y las estampas tu atención fijaron;
Las páginas a leer comenzaste
Curioso de la historia así ilustrada.
Y cruzaste el umbral de un mundo mágico,
La otra realidad que está tras ésta:
Gabriel, Inés, Amaranta,
Soledad, Salvador, Genara,
Con tantos personajes creados para siempre
Por su genio generoso y poderoso.
Que otra España componen,
Entraron en tu vida
Para no salir de ella ya sino contigo.
Más vivos que las otras criaturas
Junto a ti tan pálidas pasando,
Tu amor primero lo despertaron ellos;
Héroes amados en un mundo heroico,
La red de tu vivir entretejieron con la suya,
Aún más con la de aquellos tus hermanos,
Miss Fly, Santorcaz, Tilín, Lord Gray,
Que, insatisfechos siempre, contemplabas
Existir en la busca de un imposible sueño vivo.
El destino del niño ésos lo provocaron
Hasta que deseó ser como ellos,
Vivir igual que ellos
Y, como a Salvador, que le moviera
Idéntica razón, idéntica locura,
El seguir turbulento, devoto a sus propósitos,
En su tierra y afuera de su tierra,
Tantas quimeras desoladas
Con fe que a decepción nunca cedía.
Y tras el mundo de los Episodios
Luego el de las Novelas conociste:
Rosalía, Eloísa, Fortunata,
Mauricia, Federico Viera,
Martín Muriel, Moreno Isla,
Tantos que habría de revelarte
El escondido drama de un vivir cotidiano:
La plácida existencia real y, bajo ella,
El humano tormento, la paradoja de estar vivo.
Los bien amados libros, releyéndolos
Cuántas veces, de niño, mozo y hombre,
Cada vez más en su secreto te adentrabas
Y los hallabas renovados
Como tu vida iba renovándose;
Con ojos nuevos los veías,
Como iban viendo el mundo.
Qué pocos libros pueden
Nuevo alimento darnos
A cada estación nueva en nuestra vida.
En tu tierra y afuera de tu tierra
Siempre traían fielmente
El encanto de España, en ellos no perdido,
Aunque en tu tierra misma no lo hallaras.
El nombre allí leído de un lugar, de una calle
(Portillo de Gilimón o Sal si Puedes).
Provocaba en ti la nostalgia
De la patria imposible, que no es de este mundo.
El nombre de ciudad, de barrio o pueblo,
Por todo el español espacio soleado
(Puerta de Tierra, Plaza de Santa Cruz, los Arapiles,
Cádiz, Toledo, Aranjuez, Gerona),
Dicho por él, siempre traía,
Conocido por ti el lugar o desconocidp
Una doble visión: imaginada y contemplada
Ambas hermosas, ambas entrañables.
Hoy, cuando a tu tierra ya no necesitas,
Aún en estos libros te es querida y necesaria,
Más real y entresoñada que la otra:
No ésa, mas aquélla es hoy tu tierra.
La que Galdós a conocer te diese,
Como él tolerante de lealtad contraria,
Según la tradición generosa de Cervantes,
Heroica viviendo, heroica luchando
Por el futuro que era el suyo,
No el siniestro pasado donde a la otra han vuelto.
La real para ti no es esa España obscena y deprimente
En la que regentea hoy la canalla,
Sino esta España viva y siempre noble
Que Galdós en sus libros ha creado.
De aquélla nos consuela y cura ésta.