domingo, 19 de abril de 2020

García Baena: Bajo la dulce lámpara


Decía Leopardi que las ciudades más hermosas son aquellas que no se conocen, aquellas a las que solo se ha viajado con la fantasía.
La historia antigua, las novelas de aventuras, el cine, los viajes a lugares exóticos, las ciudades famosas de la historia o la literatura alimentan la imaginación del muchacho que con su dedo viaja por el atlas Bajo la dulce lámpara.
García Baena, fundador del Grupo Cántico, opone a los imperiales endecasílabos el verso libre y a la larga abstinencia de la posguerra el goce de los sentidos.           
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Bajo la dulce lámpara
Bajo la dulce lámpara,
el dedo sobre el atlas entretenía al muchacho en ilusorios viajes
y un turbador perfume de aventuras
salpicaba de sangre el mar antiguo de los corsarios.
Los galeones, como flotantes cofres de tesoros,
eran abordados por las naos piratas
y el yatagán, las dagas, los alfanjes se hundían
en los cuerpos cobrizos y las manos violentas
arrancaban la oreja donde el zafiro lucía como Vega en la noche.
Las arcas destrozadas de alcanfor y palosanto
volcaban el carey, las telas suntuarias
y el coral, no tan ardiente como el beso del bucanero
en los pálidos labios de las virreinas.
Las antiguas colonias Veracruz, Puerto Príncipe,
el índigo Caribe y las islas del Viento
conocen las hazañas de bajeles fantasmas
y Maracaibo canta con los esclavos su desgana
a la luz que deshace la cabellera ébano de los banjos
en un río de jengibre.
Otras veces al soplo suave de Favonio,
empujado por Tetis y las verdes Nereidas,
el Mediterráneo dorado por la escama de los delfines
dejaba su plegaria fugitiva de algas
en las votivas gradas de los templos.
Allí Venecia en el otoño adriático
mece en la ola púrpura su cesto de corrompidos frutos,
desfalleciente en el abrazo joven de los gondoleros,
y las jónicas islas
se yerguen como mitras de mármol sobre las aguas.
En su lento carro de bueyes rojos avanza Egipto
y Alejandría, Esmirna, Ptolemaida, brillan en la noche
como un velo bordado de sardios
cuyos pliegues sujeta la diadema de Estambul
allá en el Bósforo fosforescente.
El incansable dedo atravesaba Arabia
y el cálamo aromático ceñía con un mismo turbante de cansancio
las cinturas de los amantes.
Al crepúsculo,
surgía Persia como un lento girasol de fastuosidades,
y el bárbaro etíope, negro fénix llameante,
consumía sus entrañas en el furor celoso de la caza
mientras Ceylán los bosques de canela y caoba
silenciaba con el ala de sus pájaros misteriosos.
Muchacho infatigable, bajo la dulce lámpara,
tal vez buscaba una secreta dicha
apenas confesada en su interior.
Cuando los días pasaron, él ya supo
que su destino era esperar en la puerta mientras otros pasaban.
Esperar con un brillo de sonrisa en los labios
y la apagada lámpara en la mano.
         Pablo García Baena (1923-2018)                          
 de  Antiguo muchacho, 1950

ESCUCHA EL POEMA en la voz de García Baena:

1 comentario:

  1. En este poema se evoca la imagen del niño que sueña inmerecidos viajes:
    Sin embargo, lejos de aproximarnos o de insistir en una reflexión sobre la inocencia y el paso del tiempo que derrota los sueños de poeta, se ensimisma lujosamente en la descripción de esos quiméricos viajes. Se pierde el punto de vista del yo, la historia moral individual, y se gana la suntuosa descripción de una geografía de extrema belleza. Lo que en otros poetas sería un recurso anecdótico para recalar en la enjundiosa reflexión sobre el tiempo o la adolescencia perdida se decanta en Baena hacia un ensimismamiento estetizante en la descripción de los viajes soñados.

    Texto de Manuel Vilas en el número 32 de la revista POESÍA EN EL CAMPUS de la Universidad de Zaragoza.

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