Romero
es el que va a Roma de peregrinación. León Felipe convierte la palabra en
metáfora de una forma de estar en el mundo, que echamos mucho de menos en la
monotonía de estos días, pero también en la monotonía de la vida burguesa.
(Selección
del poema e introducción de Carlos Nuño)
ROMERO SÓLO...
Ser
en la vida romero,
romero
sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser
en la vida romero,
sin
más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser
en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que
no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar
por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero,
siempre ligero.
Que
no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el
tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para
que nunca recemos
como
el sacristán los rezos,
ni
como el cómico viejo
digamos
los versos.
La
mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía
el príncipe Hamlet, viendo
cómo
cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un
sepulturero.
No
sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para
enterrar a los muertos
como
debemos
cualquiera
sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un
día todos sabemos
hacer
justicia. Tan bien como el rey hebreo
la
hizo Sancho el escudero
y el
villano Pedro Crespo.
Que
no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar
por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero,
siempre ligero.
Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.
León Felipe (1884-1968)
de Versos y oraciones
de caminantes, 1920-1929
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