Vicente
Gaos (1919-1980),
miembro de una saga familiar republicana (catorce hermanos) asentada en
Valencia en torno al notario José Gaos, y que marchó al exilio mejicano en
1939. Entre sus hermanos destacan el filósofo José Gaos, que fue rector de la
Universidad Complutense y la actriz Lola Gaos.
Murió
en 1980 y (¡qué paradoja!) le dieron el Premio Nacional de Poesía en 1981
El
poema expresa la derrota de una vida.
(Selección
del poema e introducción de Carlos Nuño)
Testamento
Yo,
Vicente Gaos, natural de la nada, de mil siglos de edad, de estado civil
solitario, inestable,
domiciliado,
refugiado en un rincón del cosmos, de profesión náufrago en la sombra,
sin
documento nacional de identidad, sin títulos, condecoraciones ni diplomas de
clase alguna,
sin
señal particular visible en el pecho ni en ninguna otra parte del cuerpo,
sin más
cicatriz que una necrosis de miocardio,
una
vieja herida que me produje yo mismo,
quiero
decir, que me causaron siglos de sufrimiento,
de amor
oculto, de ternura encubierta por un falso orgullo,
el de
no sentir envidia de nada y de nadie,
el de
haber creído que siempre había tiempo de sobra,
el de
alegrarme seriamente del bien ajeno,
el de
no autocompadecerme jamás,
el de
llorar hacia dentro por el daño hecho al prójimo,
el
orgullo o la confusión de haberme figurado que era yo la víctima, siendo el
verdugo,
ya que
todos los hombres somos simultáneamente lo uno y lo otro,
y no es
fácil en este punto el discernimiento…
Yo,
Vicente Gaos (¿Vicente Gaos?), ahora,
cuando
empiezo a sentir ya en la boca el amargo gusto de la ceniza
postrera,
cuando recuerdo en medio de la tormenta final las postrimerías,
porque
he pecado, he pecado,
y a
pesar de ello ninguna de las cuatro me devuelve a la inocencia pueril, al
amparo filial, a la remota fe cándida de no sé qué antaño,
de no
sé qué antesiglo…
Yo,
natural de la nada,
habitante
de la nada,
destinado
a la nada, anónimo,
me
acerco ya al encuentro del supremo Notario,
del
Decano universal –nihil prius fide–,
y le
hago entrega de este testamento ológrafo
donde
dispongo
-si
acaso no es cierto que quien dispone es Él y el hombre sólo propone.-
dispongo,
suplico,
que
cuando mi añoso corazón, mi lastimado corazón haya dado ya su último latido,
incineren
piadosamente esta carne que gozó y sufrió,
estos
huesos que se estremecieron ya de júbilo, ya de horror,
que me
despojen de todo, de nada, pues siempre fui un despojado
(es la
verdad, no me autocompadezco),
y que
arrojen mis cenizas al viento, al agua, al espacio estelar, al vacío cósmico de
donde vine, al cósmico vacío al que he de volver, espero volver
sin
retorno,
pues
nadie regresa de la última orilla.
Y cerca
ya del máximo consuelo, de la extrema esperanza,
confío
en que Nadie me amenace más con otra existencia.
Y este
es el testamento ilusorio que otorgo en plena posesión de mis facultades
mentales,
posesión
de quien sólo posee dolor, ignorancia, muerte,
y un
corazón cuyo único deseo es el de cesar ya en su trémulo palpito, en su amoroso
latido,
aunque
(porque) la vida sea al fin y al cabo, y al principio, hermosa, lo es,
y
prosiga renovada, siempre igual, afortunadamente monótona,
como en
el paraíso primero,
como en
el edén funeral que nunca termina, que jamás terminará,
jamás.
Vicente Gaos
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si tienes alguna objeción/sugerencia, no dudes en compartirla.
Para nosotros es muy importante conocer tú opinión.
Muchas gracias.