En
1963, María Teresa León y Rafael Alberti se instalan en el Trastévere de Roma, en la
misma casa donde había vivido Ignacio de Loyola. Cuenta Alberti en sus memorias
que los españoles iban a Roma a ver al Papa o a verle a él.
La
proximidad a España aumenta la nostalgia que siempre le acompañó en el exilio y
que aparece evidente en el soneto que sigue.
Yo creo
que la ciudad de Roma ha sido la más cantada por los poetas porque es un
símbolo capaz de evocar múltiples sugerencias.
El
soneto es un ejemplo de la facilidad de Alberti para hacer una poesía que
parece surgir de forma natural. Basta la
personificación de Roma, tratada como una enamorada a la que ofrece su vida
anterior a “cambio de tenerte”.
(Selección del poema e introducción de Carlos
Nuño)
Lo que dejé por ti
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
Rafael Alberti
(1902-1999)
De Roma,
peligro para caminantes, 1968
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