jueves, 30 de abril de 2020

Anónimo: Pájaros Negros


Hay un espléndido Romancero de la Guerra Civil, mayor en cantidad y calidad en el bando republicano, que sigue siendo muy desconocido.
Emilio Prados publicó una recopilación de más de ochocientos romances en Méjico, en 1942, hoy imposible de encontrar.
Lo más sorprendente es que muchos de estos romances, los más desconocidos, son anónimos. Como en el Viejo Romancero, el romance se hace anónimo para ser la voz de la colectividad.
El romance es maravilloso, no os importe llorar porque llorar es cosa de hombres.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Pájaros negros
Noche de pena en la noche
elocuente de silencio;
noche de pena vestida
con pena de manto negro.
La ciudad toda tapada
con las sombras del recelo
es una sombra de sombras
acechando en el acecho;
entre tanto aquella madre
abrazada a su pequeño,
lo mece en la dulce cuna
de sus dos brazos morenos.
Y el niño... ¿Qué sueña el niño
envuelto en calor de pecho,
mecido por dulces brazos,
besado por labios buenos?
¡Qué tranquilo que está el niño,
duerme que duerme durmiendo!
¿Y qué ha pasado en la noche
que se han roto los silencios?
¡Cuidado, madre, cuidado,
que graznan pájaros negros
llevando latir de muerte
en el corazón de hierro!
¡Ten cuidado, madrecita,
y abraza fuerte al pequeño,
que se ha rasgado la noche
con llamaradas de incendio
y una lluvia de explosiones
asesina los silencios!
Pero la madre callada
sólo tiene un pensamiento:
que el niño no se despierte,
que no se asuste el pequeño,
que siga tranquilo el niño
duerme que duerme durmiendo.
Preciosa carga que lleva
entre sus brazos morenos
la madre que silenciosa
cruza la calle corriendo.
Y desde el refugio oye
como los pájaros negros
rugen rabia de metralla
sobre la ciudad en sueño;
la ciudad llena de niños,
de mujeres y de viejos:
la Guerra, según la entienden
los asesinos del pueblo;
los que se dijeron hijos
de España, pero mintieron,
que nadie clava a una madre
los puñales traicioneros.
Tú bien sabes, madrecita,
abrazada a tu pequeño,
quienes amamos a España
y cómo la defendemos,
¡ay, mujer, con toda el alma!
¡ay, mujer, con todo el cuerpo!
Lo mismo que tú, lo sabe
tu valiente compañero
que allá en un frente lejano
virilmente pone el pecho
como muralla invencible
ante los traidores esos
que, al grito de «¡Arriba España!»
a España la están hundiendo.
Tú bien sabes, madrecita,
y sabe tu compañero
que luchamos por tu hijo,
por el mío, porque ellos,
los niños de nuestra España,
los niños del mundo entero,
tengan un bello futuro,
vivan en un mundo nuevo
y sabiendo que nosotros
supimos luchar por ellos,
¡ay, mujer, con toda el alma!
¡ay, mujer, con todo el cuerpo!
Por eso tú, madrecita,
que sabes que venceremos,
sin miedo a nada ni a nadie
abraza fuerte al pequeño,
mécelo en la dulce cuna
de tus dos brazos morenos...


                                   Autor desconocido
                            Publicado en la revista  Seguridad Popular, 5 de marzo 1938

NOTA 1
Con el nombre de «pájaros negros» eran conocidos los aviones de la Legión Cóndor alemana que estaban integrados en las fuerzas aéreas nacionalistas. La extensión a todos los aparatos fascistas está marcada por los sistemáticos bombardeos que éstos realizaron contra ciudades, pueblos y población civil.

NOTA 2
La fotografía utilizada en el montaje que acompaña al poema fue tomada en 1937 por el médico canadiense Norman Bethune durante los bombarderos a la población civil de la carretera Málaga-Almería  por parte de la aviación rebelde.

miércoles, 29 de abril de 2020

León Felipe: Romero sólo...

Romero es el que va a Roma de peregrinación. León Felipe convierte la palabra en metáfora de una forma de estar en el mundo, que echamos mucho de menos en la monotonía de estos días, pero también en la monotonía de la vida burguesa.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
ROMERO SÓLO...
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
          Sensibles a todo viento
          y bajo todos los cielos,
          poetas, nunca cantemos
          la vida de un mismo pueblo
          ni la flor de un solo huerto.
          Que sean todos los pueblos
          y todos los huertos nuestros.

                      León Felipe (1884-1968)
de  Versos y oraciones de caminantes, 1920-1929

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martes, 28 de abril de 2020

Juan Ramón Jiménez: Primavera amarilla


Un Panteísmo Cósmico parece estar en la base de este poema. Sol-Dios-Naturaleza forman un todo sagrado.
Es significativo este poema en el camino de JRJ hacia la poesía pura: Aquella en que las palabras ya no significan. Palabras como cementerio o los huesos de los muertos han perdido su significado negativo y se equiparan a otras como arroyo, mariposa, huerto, que remiten a campos semánticos más positivos.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Primavera amarilla
Abril venía, lleno
todo de flores amarillas:
amarillo el arroyo,
amarillo el vallado, la colina,
el cementerio de los niños,
el huerto aquel donde el amor vivía.
El sol unjía de amarillo el mundo,
con sus luces caídas;
¡ay, por los lirios áureos,
el agua de oro, tibia;
las amarillas mariposas
sobre las rosas amarillas!
Guirnaldas amarillas escalaban
los árboles; el día
era una gracia perfumada de oro,
en un dorado despertar de vida.
Entre los huesos de los muertos,
abría Dios sus manos amarillas.
              Juan Ramón Jiménez (1881-1958)                      
 de  Poemas Májicos y Dolientes, 1909

ESCUCHA EL POEMA (en la voz de Rosa Iglesias):

lunes, 27 de abril de 2020

Pablo Neruda: Una canción desesperada


Cada vez que quiero regresar a la adolescencia (y este confinamiento da para todo) vuelvo a los Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada, que publicó Neruda con diez y nueve años. 
El libro es un cancionero, al modo de Petrarca, en que cada poema canta, gozosamente, un aspecto de la vivencia amorosa, hasta el poema veinte y este último, que evocan un amor ya pasado.
El amor se acaba, pero no muere nunca porque nos acompaña su recuerdo de por vida. "Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas..."
<<RECORDAR>> es una palabra maravillosa;  procede del latín recordari formado,  a su vez, de re (volver) y de cor-cordis (corazón). Recordar es volver a pasar las vivencias por el corazón. De eso va el poema, y de que esos recuerdos ayudan a vivir.
La metáfora del puerto solitario para expresar la desolación  anticipa las metáforas cósmicas del Canto General.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Una canción desesperada
Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy.
El río anuda al mar su lamento obstinado.
Abandonado como los muelles en el alba.
Es la hora de partir, oh abandonado!
Sobre mi corazón llueven frías corolas.
Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!
En ti se acumularon las guerras y los vuelos.
De ti alzaron las alas los pájaros del canto.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Era la alegre hora del asalto y el beso.
La hora del estupor que ardía como un faro.
Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego,
turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!
En la infancia de niebla mi alma alada y herida.
Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo.
Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!
Hice retroceder la muralla de sombra,
anduve más allá del deseo y del acto.
Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí,
a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.
Como un vaso albergaste la infinita ternura,
y el infinito olvido te trizó como a un vaso.
Era la negra, negra soledad de las islas,
y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.
Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta.
Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.
Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme
en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos.
Y la ternura, leve como el agua y la harina.
Y la palabra apenas comenzada en los labios.
Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo,
y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!
Oh, sentina de escombros, en ti todo caía,
qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!
De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste.
De pie como un marino en la proa de un barco.
Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes.
Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.
Pálido buzo ciego, desventurado hondero,
descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!
Es la hora de partir, la dura y fría hora
que la noche sujeta a todo horario.
El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa.
Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Pablo Neruda (1904-1973)

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domingo, 26 de abril de 2020

Eduardo Galeano: Los nadie


La figura del intelectual o artista comprometido (engagé) tuvo mucha vigencia en España hasta que se produjo la transición política y Felipe González les abrió "La Bodeguilla".
Sin embargo, en América Latina, el compromiso ha seguido vigente hasta la actualidad. El uruguayo Eduardo Galeano  es un característico representante de esta opción intelectual.
Como ensayista es el autor del emblemático ensayo Las Venas Abiertas de América Latina; como poeta, practica una poesía encaminada a difundir una conciencia crítica sobre la realidad contemporánea.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Los nadie
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.
Eduardo Galeano (1940-2015)


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sábado, 25 de abril de 2020

Luis Alberto de Cuenca: La malcasada


El tema de la malmaridada o malcasada es tradicional en la poesía. Algunas mujeres afirman que el matrimonio es una cárcel para las mujeres, y que, por tanto, toda mujer casada es malmaridada.
Recuerdo un viejo villancico que decía:
Soy casada y vivo en pena
¡ójalá fuera soltera!
En este poema, Luis Alberto de Cuenca da la versión actual y burguesa del tema.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
La malcasada 
Me dices que Juan Luis no te comprende,
que sólo piensa en sus computadoras
y que no te hace caso por las noches.
Me dices que tus hijos no te sirven,
que sólo dan problemas, que se aburren
de todo y que estás harta de aguantarlos.
Me dices que tus padres están viejos,
que se han vuelto tacaños y egoístas
y ya no eres su reina como antes.
Me dices que has cumplido los cuarenta
y que no es fácil empezar de nuevo,
que los únicos hombres con que tratas
son colegas de Juan en IBM
y no te gustan los ejecutivos.
Y yo, ¿qué es lo que pinto en esta historia?
¿Qué quieres que haga yo? ¿Que mate a alguien?
¿Que dé un golpe de estado libertario?
Te quise como un loco. No lo niego.
Pero eso fue hace mucho, cuando el mundo
era una reluciente madrugada
que no quisiste compartir conmigo.
La nostalgia es un burdo pasatiempo.
Vuelve a ser la que fuiste. Ve a un gimnasio,
píntate más, alisa tus arrugas
y ponte ropa sexy, no seas tonta,
que a lo mejor Juan Luis vuelve a mimarte,
y tus hijos se van a un campamento,
y tus padres se mueren.
Luis Alberto de Cuenca (1950 - )


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viernes, 24 de abril de 2020

Roberto Fernández Retamar: Felices los normales

  
Roberto Fernández Retamar (1930-2019) es uno de los grandes de la literatura cubana. Ensayista,  poeta y Presidente de la Casa de las Américas.
Imprescindible la lectura de Calibán  para quien quiera aproximarse a la comprensión  de como la cultura española se fusiona y se transforma en Nuestra América.
El poema tiene la estructura de las oraciones coordinadas adversativas, en las que lo que viene después del nexo adversativo (pero) queda semántica y sicológicamente destacado.
 (Selección del poema e introducción de Carlos Nuño)
Felices los normales
Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente.
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida.
Los que no han sido calcinados por un amor devorante.
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrsa y un poco más.
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros.
Los satisfechos, los gordos, los lindos.
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí.
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura.
Los flautistas acompañados por ratones.
Los vendedores y sus compradores.
Los caballeros ligeramente sobrehumanos.
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos.
Los delicados, los sensatos, los finos.
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
que sus padres y más delincuentes que sus hijos
y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.
                                             Roberto Fernández Retamar

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